Existe un reino donde las quimeras del discurso tiempo ha fueron expulsadas, donde los sabios caminan a placer recorriendo los senderos del saber sin reparar en la efímera realidad pues hace tiempo la dejaron atrás, pues hacia siglos que el mundo de las ideas fue atrapado y recogido en las frías aulas donde el corazón inquieto anhelaba perderse entre los versos impregnados por la reivindicación descifrados por eruditos hombres, que desterraron de sus vidas a los dioses y los demonios de la realidad entregándose al amor a la verdad, cuyos dogmas construyeron los templos que hoy contemplamos en ruinas vestigio del progreso, que como una utopía pronunciamos sin ser capaces de mirar a la madre que nos vio crecer, que nos enseño el valor del verso pasajero, del primer amor, de aquella molécula que encendida por la reivindicación de un reino libre ascendía hasta la cúpula celeste, descendiendo el laurel que coronara al hombre que gobierne con rectitud al resto de los profetas, que siguen la estela de los antiguos filósofos impregnados por la virtud de los siglos, guardianes que deben evitar que la dulce dama de la verdad sea corrompida por la ponzoña de la efímera retórica del sofista moderno, recuperándose de nuevo la división anímica entre el mundo de las ideas y el vació mundo cambiante de la realidad.
Las nuevas enfermedades de nuestro tiempo son la indiferencia y conformismo...
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