Una alegre manera de concebir las formas, sinuosas lineas perdidas en el horizonte del vacío, que con presteza revela la irreal forma, la carnación etérea elevada hasta el firmamento de la imaginación. Una forma de hacer participe al espectador en la danza, que hasta el momento, como en un baile sin pareja, el individuo se ha limitado a contemplar mientras su mente entonaba el himno de la pasiva y el sencillo lema estético de "me gusta" o "es bonito" sin pararse a meditar en la complejidad de las sensaciones con las que el artista juega a partir de las formas y el color, como nos dirá Plotino en la antigüedad, y posteriormente, un autor y artista destacado en el ámbito del arte contemporáneo; Kandinsky. El ojo humano como un complemento más de la obra, tan esencial como la técnica o el material tan imprescindible como la obra de arte en la vida en el desarrollo expresivo del individuo. Una forma de otorgar movimiento y vida a las formas vacías del milenario profeta que alza su mano hacia el cielo reivindicando su lugar en el corazón por despertar del espectador.
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