Como contemplar una obra sin sentir el suave estremecimiento del alma, la densa lluvia de emociones sobre el corazón o el tormento sobre la piel que la contempla, que expectante espera sentir desfallecer la razón y quedar sometido al éxtasis de las forma en sintonía con la visión y el ingenio que un genio en forma de hombre fue capaz de expresar. La capacidad creadora del ente material, que desea liberarse de su empirismo para convertirse en abstracción, en la nada que irrumpe en el todo, en el vació que da forma al dios. Y, de este modo, tiene lugar la creación, de este modo surge la chispa eterna de la razón, del conocimiento interiorizado, que cala nuestro caparazón o que simplemente lo acaricia. Que genio sera dios en esta realidad, que nuevo Asclepio dará luz a la imperfección, que soberana se convertirá en moral para desterrar la emoción y nos ampliara la visión del hombre, quedando nuestro sufrimiento existencial a la individualidad, a nosotros contra ese gran enemigo, que es el alma del mundo, cuya búsqueda de la materialidad de lo divino nos convierte en esclavos del destino y las formas empíricas de la eternidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario