lunes, 5 de agosto de 2013
En la intemporalidad del espacio la historia se erige victoriosa sobre el vacio
Navegando en los surcos de la historia, la vida, el saber, la tragedia y la alegría sobreviven a la nefasta quebrada del olvido, a la inmensidad del vació que cercena las mascaras antaño empuñadas, a la metáfora hablada que impregnaba la suave brisa de las noches de verano, que llenaba de sueños e ilusiones. Las artificiales emociones cobraban vida, ya no eran marionetas de la pluma, las parcas emergían de entre los rincones y las ambiciones turbaban los corazones para finalmente esbozar la moraleja de todo cuento. Y cual es la moraleja del cuento que nos toca vivir, cual es la sabia visión que nos toca memorizar ante la contemplación de este titan ancestral. Simplemente el ímpetu de rescatar de su letargo, de los cruentos brazos de Morfeo arrancar la eternidad del verso y navegar sobre sus lomas, creciendo como hombres con la moral de la tragedia griega, y aprender a reírnos de la vida, fomentar la risa como decía Aristóteles en su Poética, y de rozar las estrellas cada noche en el seno de esta ciudad inmortal.
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