Me siento perdido. ¿Es esta la palabra?. No, más bien me siento atrapado en este lugar. Todo es recuerdo, una ilusión reconfortante. Hasta que de nuevo la realidad atenaza. Me arranca la vida poco a poco y me aleja de mis sueños. No me queda nada, tan solo la angustia de sentirme anclado a la tierra. No pertenezco a este lugar. ¿Dónde está mi lugar? Hace tiempo lo perdí y con él mi identidad. Ya tan solo me quedan las líneas dibujadas, el último refugio, un trozo de mi ser al que aferrarme, surcando la nada a la deriva del olvido. ¿Quién me recordará? ¿Quién conservará mi nombre, mi esencia? ¿Quién mantendrá la pureza y el amor que un día albergue en mi corazón?. La intriga nos arrastra a la desesperación de la incógnita. Un huracán feroz, manchado por la sangre de esta navaja, fría y constante, rozando la piel, acercándome de nuevo a la realidad, y, a la vez, tan familiar, tan veraz. Bálsamo para el cuerpo, que me devuelve mi reflejo, los restos del tiempo y la calidez purpúrea del presente, serpenteando los trazos de una obra viva, expresión de mi ser, de mi existencia, de mi tiempo. Ríos, noches, campos y seres. Todos recogidos en una gota tintineante y hermosa. Toda una paleta impregnada de ella, una luz cercana y solitaria, perfecta y soñadora. Álzate y baña las paredes de esta caverna. Revela la magia que escondes para ti y compártela con tu fiel servido, tu esclavo. Manifiesta el secreto de esta vida, sin fe, sin un foco que perseguir, nada más que las ilusiones creadas por esta mano, que da y quita la vida por igual. Con cada surco en esta tela deja parte de ella, de esta vida y le otorgo las piernas capaces de recorrer los tiempos. Estas obras, que enmarca la realidad, impidiéndoles volar, son mi libro de metafísica por tomos, la soleada mañana de una noche estrellada en el bulevar de las sonrisas perdidas.